De cómo se obtiene la ¡¡Independencia!!

De niña pensaba que conducir un automóvil pertenecía al mundo de los hombres. Mi madre no manejaba (por cuestiones físicas) y no me resultaba común ver mujeres al volante. Llegando a los dieciocho años y alentada seguramente por mi mamá, saqué el registro: en academia, con instructor, con auto-escuela adaptado con doble “pedalera”, una breve introducción, y a la calle. Al centro de Buenos Aires. ¡¡¡A subir la autopista y todo!!! Rendir examen escrito y práctico: estacionar, esquivar los conitos hacia delante y hacia atrás, y por fin, el registro en la mano. No tenía auto, y no necesitaba manejar por esas épocas. Buenos Aires es una ciudad llena de opciones de transporte, era relativamente fácil para mí, sin hijos, moverme sin auto. Asique, así nuevita, la licencia, fue a parar al portadocumentos y al cajón. Por años, hasta nuevo aviso, hasta sentir que la libertad, estaba allí, guardada, junto al duplicado de la llave del auto.

Pasó cuando nos mudamos, y dejamos aquella gran ciudad. La dependencia era total. Esperar a que mi esposo llegara a casa, cansado, con ganas de LLEGAR, y que yo le reclamara SALIR, no era nada cómoda la situación. Moverme en remis o taxi, representa un presupuesto! Y el clima aquí no es nada amigable para caminar con niños pequeños. Tenía que hacer algo. Desempolvar el registro fue la opción. Ese fue el día que abrí la primera puerta HACIA LA LIBERTAD!!!